(Resumen de capítulo del libro: Historia de la rebelión popular, de Juan
Uslar Pietri)
José Tomás Boves nació en
Oviedo el 18 de septiembre de 1782. Hijo de padres muy pobres y oscuros, tenía
dos hermanas llamadas María y Josefa.
El padre de Boves muere cuando
José Tomás no tiene todavía 5 años. La madre, doña Manuela de la Iglesia, tiene
que hacer grandes esfuerzos en medio de su pobreza para levantar a sus tres
pequeños hijos. La miseria es el cuadro que rodea a esta familia durante el
tiempo en que José Tomás empieza a conocer la vida. Cuando llega a los albores
de la adolescencia, la madre decide que ha de ser piloto, carrera que no
desagrada del todo al joven Boves. Tiene apenas 11 años cuando entra en el
recién inaugurado Real Instituto Asturiano. Forma parte del grupo de los
primeros 60 alumnos. Era un 7 de enero de 1794. Sus estudios de pilotín duran 4
años, los dos primeros los pasa en una especie de preparatoria entrando
realmente a cursar náutica en 1796, estudios esto que termina en 1798 a los 16
años de edad.
Años después de la muerte de
Boves, fue entrevistado su profesor de náutica, don Diego del Cayón, sobre el
comportamiento del feroz caudillo llanero, y dijo lo siguiente:
“Conocí a Boves con ocasión de prepararlo para piloto, de cuyos estudios
salió con las mejores notas, a satisfacción de todos sus profesores por su
aplicación y talento, habiendo asistido a la cátedra con toda puntualidad y buena
conducta”.[1]
De
pulpero a caudillo del pueblo
Convertido en jefe del
ejército realista en la lucha de independencia de Venezuela, José Tomás, el
anterior marinero y luego pacífico tendero de telas y ropas en el pueblo
llanero de Calabozo, fue conocido entonces como el León de los Llanos, el
Urogallo, la Bestia a caballo o simplemente el Taita, caudillo de los llaneros
en el transcurso de la guerra de independencia de Venezuela durante la Segunda
República (1813-1814).
En su breve, pero destacada
carrera militar, Boves se convirtió en un verdadero caudillo de las clases
populares de Venezuela. Valiéndose de los resentimientos sociales de las clases
más bajas contra los abusos y explotación de que eran objeto por la
aristocracia criolla, desencadenó una feroz ofensiva contra los ejércitos
independentistas y se convirtió en un auténtico peligro para la causa
republicana de las élites venezolanas.
El liderazgo y el accionar de
Boves constituyeron una causa fundamental para la caída de la Segunda
República. Sin embargo, nunca llegó a gobernar el país ya que, al mando de los
realistas en la decisiva batalla de Urica, perdió la vida.
El
líder democrático y popular
Boves llevaba su misión de
caudillo democrático hasta ciertos límites que eran considerados por los jefes
anteriores a él como más bien perjudiciales. Llevaba la vida del simple
soldado, conversaba con ellos hablando en su mismo lenguaje, comía con ellos,
dormía entre ellos y ellos eran toda su diversión y entretenimiento. Su sistema
de combate era diferente al de los patriotas. Usó por primera vez el gran
despliegue de caballería en el ataque. En campo abierto donde se sucedieron sus
principales batallas este sistema destrozó a los patriotas, quienes tenían el
sentido tradicional de lanzar la caballería no como fuerza principal sino como
un simple apoyo de infantería.
Boves no solamente halagaba a sus tropas, sino
que también explotaba en ellas el sentido de orgullo del grupo, de emulación.
Para lo cual despertaba los viejos rencores de competencia entre poblados
formando regimientos con los naturales de un pueblo o una región. Así organizó
los escuadrones de «Guayabal», de «Tiznados», etcétera. Aquellos hombres, por
no quedar como cobardes y degradar a su población en presencia de los hijos de
otros lugares, no retrocedían jamás en el combate.
Boves también fue el primero en introducir
grandes masas en la lucha. Llegó a comandar hasta 7000 hombres, cantidad
fabulosa para aquella época si tenemos en cuenta la escasa población del país y
que hasta entonces no se había logrado reunir más de 3000 soldados. Al propio
tiempo, en el combate dejaba una entera libertad de acción a sus hombres,
aprovechando en forma positiva el carácter disgregador y anárquico de aquella
indisciplinada montonera. Tal fue la táctica militar que había de llevar a
Boves al triunfo.
El León
de los Llanos
Al propio tiempo que el caudillo realista
creaba un ejército apropiado para la lucha en Venezuela, y especialmente en los
Llanos, los patriotas seguían conservando en sus filas el concepto clásico del
combate europeo. Tenían líneas de Infantería armadas contra bocas de un solo tiro,
de lento recargo, por lo que perdían mucho tiempo entre uno y otro disparo,
tiempo este que no era de tanta importancia mientras en las líneas enemigas
hubiese soldados con iguales trabucas. Pero cuando el combate era contra Boves
la situación cambia totalmente, pues la tronadora avalancha llanera no les deja
tiempo para meter una bala más en sus armas, pereciendo todos espantosamente,
como tantas veces sucedió, ensartados en las ensangrentadas lanzas o pateados y
reventados por los caballos del nuevo Atila.
La oficialidad patriota era una oficialidad
brillante, salida en su mayor parte de las filas del mantuanismo. No
consideraban a sus tropas como iguales a ellos, sino la trataban con una cierta
condescendencia de señor a inferior, pues la mayor parte de aquellos heroicos
militares no habían hecho otra cosa que cambiar un mando por otro, el de sus
haciendas por el ejército. Predicaban justicia y libertad metafísica, derechos
de papel que aquellos soldados no comprendían. Hablaban de Venezuela y de la
República en términos que eran extraños para aquellos oídos cerreros, no
acostumbrados sino a la palabrota y a la frase dura.
En cambio, al frente de los enemigos marchaba
Boves, sin maneras y sin uniforme, medio desnudo con la lanza en la mano. No
hablando a sus hombres de libertades teóricas de difícil comprensión, sino en
su propio lenguaje, predicando el odio a los blancos y a los ricos, repartiendo
las riquezas y permitiendo el desenfreno total. Eran, pues, estos dos ejércitos
los más antagónicos que se podían encontrar. El patriota, comandado por
ilustres señores, educados en su mayoría en Europa, conocedores de las buenas
reglas, observando en la batalla la disciplina del arte y del honor. Y el
realista, una montonera indisciplinada y sanguinaria dirigida por seres
terribles que no conocían lo más esencial de la tradición militar y que en su
mayor parte eran esclavos, pulperos, contrabandistas, asesinos, capataces y
presidiarios, toda una gama de colores democráticos y populares, a los que no
se les podía oponer nada porque eran aquellos momentos de atraso y de
degradación social la médula más íntima del pueblo venezolano. En este
espantoso choque, la victoria no podía estar sino de parte del más fuerte, al
lado de los de los que representaban más profundamente los intereses de la
mayoría, con la rebelión popular al mando de Boves.
El
odio de clases
Boves sabía atizar el odio que los negros y
pardos sentían por los blancos. Él mismo llegó de tal manera a sugestionarse en
su campaña contra la «maldita raza» que, a pesar de ser blanco les odió
también. Dice Mister Robinson, comerciante inglés de La Guaira, qué:
Boves y Rosete tenían bajo sus
órdenes al menos siete u ocho mil hombres, dentro de los cuales no habían más
de 50 blancos o españoles europeos, y 1000 de color libres; el resto era de
esclavos, de negros y zambos.[2]
Los esclavos de las haciendas y de los hatos
se escapaban para unirse al ejército de Boves. Le comunicaban informaciones
sobre las actividades patriotas. Se ofrecían muchas veces de manera espontánea
a servirle o ayudarle en una batalla, y después de haberlo hecho volvían
satisfechos a su trabajo.
Luego de la muerte de Boves,
en la batalla de Urica, la revolución popular se dispersó. Entonces España
enviaba la expedición de Morillo, con 11 000 veteranos de las guerras contra
los franceses. Esto, lejos de haber sido una calamidad para Venezuela, fue más
bien un beneficio. La independencia se apresuró. Se colocaron de nuevo frente a
frente dos enemigos, dos países, dos nacionalidades. La rebelión popular se
disolvió después de Urica a falta de liderazgo y de fines. Entonces los patriotas
poco a poco se apropiaron de las banderas insurreccionales y democráticas de
Boves para hacer la guerra contra España y lograr de esta manera su independencia.
1 Comentarios
Boves fue el primer caudillo de Sudamérica. En el sentido estricto de la palabra, explotando resentimientos, dicotomizando una lucha maniqueista hasta extremos patológicos. Una visión política que lejos de morir en Urica en ese fatídico año 14, ha seguido creciendo, convirtiéndose en la historia lapidaria de Venezuela y América Latina.
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