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JOSÉ TOMÁS BOVES, EL ESPAÑOL QUE LIDERÓ LA REVOLUCIÓN POPULAR Y LA LUCHA DE CLASES CONTRA LA OLIGARQUÍA CRIOLLA VENEZOLANA EN 1814

 

(Resumen de capítulo del libro: Historia de la rebelión popular, de Juan Uslar Pietri)


José Tomás Boves nació en Oviedo el 18 de septiembre de 1782. Hijo de padres muy pobres y oscuros, tenía dos hermanas llamadas María y Josefa.

El padre de Boves muere cuando José Tomás no tiene todavía 5 años. La madre, doña Manuela de la Iglesia, tiene que hacer grandes esfuerzos en medio de su pobreza para levantar a sus tres pequeños hijos. La miseria es el cuadro que rodea a esta familia durante el tiempo en que José Tomás empieza a conocer la vida. Cuando llega a los albores de la adolescencia, la madre decide que ha de ser piloto, carrera que no desagrada del todo al joven Boves. Tiene apenas 11 años cuando entra en el recién inaugurado Real Instituto Asturiano. Forma parte del grupo de los primeros 60 alumnos. Era un 7 de enero de 1794. Sus estudios de pilotín duran 4 años, los dos primeros los pasa en una especie de preparatoria entrando realmente a cursar náutica en 1796, estudios esto que termina en 1798 a los 16 años de edad.

Años después de la muerte de Boves, fue entrevistado su profesor de náutica, don Diego del Cayón, sobre el comportamiento del feroz caudillo llanero, y dijo lo siguiente:

“Conocí a Boves con ocasión de prepararlo para piloto, de cuyos estudios salió con las mejores notas, a satisfacción de todos sus profesores por su aplicación y talento, habiendo asistido a la cátedra con toda puntualidad y buena conducta”.[1]

De pulpero a caudillo del pueblo

Convertido en jefe del ejército realista en la lucha de independencia de Venezuela, José Tomás, el anterior marinero y luego pacífico tendero de telas y ropas en el pueblo llanero de Calabozo, fue conocido entonces como el León de los Llanos, el Urogallo, la Bestia a caballo o simplemente el Taita, caudillo de los llaneros en el transcurso de la guerra de independencia de Venezuela durante la Segunda República (1813-1814).

En su breve, pero destacada carrera militar, Boves se convirtió en un verdadero caudillo de las clases populares de Venezuela. Valiéndose de los resentimientos sociales de las clases más bajas contra los abusos y explotación de que eran objeto por la aristocracia criolla, desencadenó una feroz ofensiva contra los ejércitos independentistas y se convirtió en un auténtico peligro para la causa republicana de las élites venezolanas.

El liderazgo y el accionar de Boves constituyeron una causa fundamental para la caída de la Segunda República. Sin embargo, nunca llegó a gobernar el país ya que, al mando de los realistas en la decisiva batalla de Urica, perdió la vida.

El líder democrático y popular


Boves llevaba su misión de caudillo democrático hasta ciertos límites que eran considerados por los jefes anteriores a él como más bien perjudiciales. Llevaba la vida del simple soldado, conversaba con ellos hablando en su mismo lenguaje, comía con ellos, dormía entre ellos y ellos eran toda su diversión y entretenimiento. Su sistema de combate era diferente al de los patriotas. Usó por primera vez el gran despliegue de caballería en el ataque. En campo abierto donde se sucedieron sus principales batallas este sistema destrozó a los patriotas, quienes tenían el sentido tradicional de lanzar la caballería no como fuerza principal sino como un simple apoyo de infantería.

 Boves no solamente halagaba a sus tropas, sino que también explotaba en ellas el sentido de orgullo del grupo, de emulación. Para lo cual despertaba los viejos rencores de competencia entre poblados formando regimientos con los naturales de un pueblo o una región. Así organizó los escuadrones de «Guayabal», de «Tiznados», etcétera. Aquellos hombres, por no quedar como cobardes y degradar a su población en presencia de los hijos de otros lugares, no retrocedían jamás en el combate.

 Boves también fue el primero en introducir grandes masas en la lucha. Llegó a comandar hasta 7000 hombres, cantidad fabulosa para aquella época si tenemos en cuenta la escasa población del país y que hasta entonces no se había logrado reunir más de 3000 soldados. Al propio tiempo, en el combate dejaba una entera libertad de acción a sus hombres, aprovechando en forma positiva el carácter disgregador y anárquico de aquella indisciplinada montonera. Tal fue la táctica militar que había de llevar a Boves al triunfo.

El León de los Llanos

 Al propio tiempo que el caudillo realista creaba un ejército apropiado para la lucha en Venezuela, y especialmente en los Llanos, los patriotas seguían conservando en sus filas el concepto clásico del combate europeo. Tenían líneas de Infantería armadas contra bocas de un solo tiro, de lento recargo, por lo que perdían mucho tiempo entre uno y otro disparo, tiempo este que no era de tanta importancia mientras en las líneas enemigas hubiese soldados con iguales trabucas. Pero cuando el combate era contra Boves la situación cambia totalmente, pues la tronadora avalancha llanera no les deja tiempo para meter una bala más en sus armas, pereciendo todos espantosamente, como tantas veces sucedió, ensartados en las ensangrentadas lanzas o pateados y reventados por los caballos del nuevo Atila.

 La oficialidad patriota era una oficialidad brillante, salida en su mayor parte de las filas del mantuanismo. No consideraban a sus tropas como iguales a ellos, sino la trataban con una cierta condescendencia de señor a inferior, pues la mayor parte de aquellos heroicos militares no habían hecho otra cosa que cambiar un mando por otro, el de sus haciendas por el ejército. Predicaban justicia y libertad metafísica, derechos de papel que aquellos soldados no comprendían. Hablaban de Venezuela y de la República en términos que eran extraños para aquellos oídos cerreros, no acostumbrados sino a la palabrota y a la frase dura.


 En cambio, al frente de los enemigos marchaba Boves, sin maneras y sin uniforme, medio desnudo con la lanza en la mano. No hablando a sus hombres de libertades teóricas de difícil comprensión, sino en su propio lenguaje, predicando el odio a los blancos y a los ricos, repartiendo las riquezas y permitiendo el desenfreno total. Eran, pues, estos dos ejércitos los más antagónicos que se podían encontrar. El patriota, comandado por ilustres señores, educados en su mayoría en Europa, conocedores de las buenas reglas, observando en la batalla la disciplina del arte y del honor. Y el realista, una montonera indisciplinada y sanguinaria dirigida por seres terribles que no conocían lo más esencial de la tradición militar y que en su mayor parte eran esclavos, pulperos, contrabandistas, asesinos, capataces y presidiarios, toda una gama de colores democráticos y populares, a los que no se les podía oponer nada porque eran aquellos momentos de atraso y de degradación social la médula más íntima del pueblo venezolano. En este espantoso choque, la victoria no podía estar sino de parte del más fuerte, al lado de los de los que representaban más profundamente los intereses de la mayoría, con la rebelión popular al mando de Boves.

El odio de clases

 Boves sabía atizar el odio que los negros y pardos sentían por los blancos. Él mismo llegó de tal manera a sugestionarse en su campaña contra la «maldita raza» que, a pesar de ser blanco les odió también. Dice Mister Robinson, comerciante inglés de La Guaira, qué:

 Boves y Rosete tenían bajo sus órdenes al menos siete u ocho mil hombres, dentro de los cuales no habían más de 50 blancos o españoles europeos, y 1000 de color libres; el resto era de esclavos, de negros y zambos.[2]

 Los esclavos de las haciendas y de los hatos se escapaban para unirse al ejército de Boves. Le comunicaban informaciones sobre las actividades patriotas. Se ofrecían muchas veces de manera espontánea a servirle o ayudarle en una batalla, y después de haberlo hecho volvían satisfechos a su trabajo.

Luego de la muerte de Boves, en la batalla de Urica, la revolución popular se dispersó. Entonces España enviaba la expedición de Morillo, con 11 000 veteranos de las guerras contra los franceses. Esto, lejos de haber sido una calamidad para Venezuela, fue más bien un beneficio. La independencia se apresuró. Se colocaron de nuevo frente a frente dos enemigos, dos países, dos nacionalidades. La rebelión popular se disolvió después de Urica a falta de liderazgo y de fines. Entonces los patriotas poco a poco se apropiaron de las banderas insurreccionales y democráticas de Boves para hacer la guerra contra España y lograr de esta manera su independencia.

 



[1] Luis Bermúdez de Castro, pp. 106 y 107

[2] William Robinson, Remaques sur les desastres des Provinces de carcas., París, 1817, p. 175.

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1 Comentarios

  1. Boves fue el primer caudillo de Sudamérica. En el sentido estricto de la palabra, explotando resentimientos, dicotomizando una lucha maniqueista hasta extremos patológicos. Una visión política que lejos de morir en Urica en ese fatídico año 14, ha seguido creciendo, convirtiéndose en la historia lapidaria de Venezuela y América Latina.

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