En París, Francia, a la derecha del río Sena, en el antiguo palacio del Louvre que
ahora es el museo más visitado del mundo, en una sala protegida por diversos
sistemas de seguridad, colgada de una pared, tras un cristal antibalas se encuentra la pintura más famosa de la
historia. Se trata de La Gioconda, también
conocida como La Mona Lisa, pintada
entre 1503 y 1519 por el afamado renacentista Leonardo da Vinci.
Sobre
esta extraordinaria obra pictórica se han vertido los más curiosos enigmas que
siguen produciendo concienzudos y extensos debates y controversias históricas,
científicas y especulativas sobre aspectos que van desde la imprecisa identidad
de la modelo, la enigmática expresión de su rostro, la ambigüedad del paisaje
del cuadro, hasta la inspiración del
autor, entre otros.
¿Quién fue la modelo?
La
versión más aceptada sobre la modelo es que se trata del retrato de Lisa
Gherardini, esposa del marqués Francesco Bartolomeo del Giocondo, un acaudalado
comerciante florentino. La mayoría de
los datos históricos de esta obra se deben a Giorgio Vasari, historiador de
arte, pintor y arquitecto, contemporáneo de Leonardo da Vinci, quien en su
libro Las vidas de los más excelentes pintores,
escultores y arquitectos (1568),
dijo:
Hizo para Francesco del Giocondo el
retrato de su mujer Mona Lisa y, a pesar de dedicarle los esfuerzos de cuatro
años, lo dejó inacabado. Esta obra la tiene hoy el rey Francisco de Francia en
Fontainebleau.
¿Está La Mona Lisa en el Louvre?
Vasari
expresa claramente que la obra fue a parar a manos del rey de Francia, Francisco
I; pero aquí surge este otro enigma que ha podido pasar desapercibido ante los
otros misterios del cuadro. La pregunta es: ¿El cuadro al que se refiere Vasari
es el mismo que en la actualidad se encuentra altamente protegido en el museo
del Louvre, procedente de las colecciones reales y que le costó al rey 12.000
francos?
La
respuesta a esta pregunta pudiera resultar sencilla y afirmar que si es la
misma obra; sin embargo, tomando en cuenta que los datos más confiables sobre
este retrato proceden de los escritos de Vasari, no se pueden menospreciar
otras menciones de este autor que contradicen la identificación de La Gioconda con la copia exhibida en el
Louvre.
Las cejas y pestañas de La Gioconda
Dice
este historiador de arte «que en las cejas (de la Gioconda) se apreciaba
el modo en que los pelos surgen de la carne, más o menos abundante y, girados
según los poros de la carne, no podían ser más reales». Por impresionante que parezca, La Gioconda del Louvre no tiene cejas ni
pestañas. Según algunos críticos, esto se debe a alguna dañina restauración
hecha en el pasado que le habría eliminado esos leves trazos, hipótesis de la
que no se tiene ninguna prueba.
Dos obras de Davinci distintas
Otro historiador de arte, Giovanni Paolo
Lomazzo, publicó en 1584 un libro similar al de Vasari, donde agregó otro detalle
intrigante. Lomazzo habla claramente de dos (2) cuadros: La Gioconda y La Mona Lisa,
dando a entender de esta manera que son dos obras totalmente distintas. Aunque alguien
pudiera afirmar que esto es un error de interpretación del autor, un detalle
como ese sería imperdonable en un libro que estaba dedicado al duque Carlos
Emanuele, el gran duque de Saboya, quien era un reconocido y entusiasta
seguidor de la obra de Leonardo da Vinci, para quien un detalle como este no
pasaría por alto.
Estas referencias literarias dan a entender la
existencia al menos de otro cuadro similar pintado por Leonardo da Vinci.
Las columnas en el boceto de Rafael
Otro hecho que contribuye con esta hipótesis
tuvo lugar en 1504, cuando Rafael Sanzio, el admirado pintor y arquitecto renacentista,
visitó el taller de Leonardo da Vinci en Florencia. Allí mismo Rafael realizó
un boceto del cuadro de La Gioconda.
En este boceto, que en la actualidad también se conserva en el Louvre, aparecen
dos columnas griegas detrás de la
mujer, las cuales no aparecen en la copia del Louvre.
La otra Gioconda
Comenta el historiador Nacho Ares que justo
antes de la Primera Guerra Mundial, el experto en arte renacentista Hugh Blaker
descubrió en una población del suroeste de Inglaterra un cuadro de La Mona Lisa que se presume fue traído
desde Italia a Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Blaker adquirió la obra por
pocas guineas y la trasladó a su estudio de Isleworth, lugar de donde tomó el
nombre hoy conocido como La Monna Lisa de
Isleworth. Curiosamente, este retrato posee unas características que se relacionan
más que la copia del Louvre con las descripciones hechas por Vasari. En La Monna Lisa de Isleworth el paisaje
se encuentra inacabado y apenas esbozado, y la dama tiene cejas y pestañas como
dijo Vasari; además, también cuenta con las columnas griegas que presenta el
boceto de Rafael Sanzio.
Otro aspecto de notable diferencia entre este
retrato y el del Louvre es la edad de las modelos. El de Islewotrh presenta a
una joven que apenas supera los veinte, tal como Lisa Gherardini, mientras que la mujer retratada
en el del Louvre muestra una edad que supera la treintena.
En el año 2013, se publicaron los resultados de las pruebas de radiocarbono realizadas sobre el cuadro de Islewotrh por la Swiss Federal Institute of Technology. Estas comprobaron que la tela fue confeccionada entre 1410 y 1455. Pero, por supuesto, no se han ofrecido datos del tiempo en que fue pintada.
Mientras algunos estudiosos proponen que esta
es una pintura hecha por Leonardo da Vinci, anterior a la copia del Louvre;
otros especialistas piensan que se trata de una copia temprana hecha del
original (la del Louvre) y dudan de la autoría de Leonardo.
Aunque para la resolución de esta trama resulte
difícil encontrar pruebas definitivas, de lo que sí podemos tener seguridad es
que ante ambos casos (el de La Gioconda del
Louvre y La Monna Lisa de Isleworth),
estamos en la presencia de extraordinarias obras de arte que por su propia
naturaleza superan con creces cualquier enigma que sobre ellas se cierne.
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1 Comentarios
Excelente Post. Felicidades
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