Daniel Lanza
Voltaire dijo alguna vez que “el hombre es libre en el
momento en que desea serlo”. Cuando quise interpretar esta frase me di cuenta que me encontraba ante un tema muy
complejo de abordar. Para algunos puede
resultar sencillo dada la vivencia que han experimentado y del significado que puedan
tener de libertad o emancipación. Sin embargo, considero importante
buscar la comprensión profunda de esta categoría. Para ello es necesario responder algunas
interrogantes en torno a su significado histórico y ontológico, y a las
cualidades que la definen, así como determinar su posible equivocidad.
Analicemos la palabra
La palabra emancipación proviene del latín emancipatio y
significa “acción de dejar libre”. Sus componentes léxicos son: el prefijo ex–
(hacia afuera), manus (mano), capere (coger, tomar), más el
sufijo -ción (acción o efecto). Ya su misma y compleja lexicografía remite a
una emotiva imagen alegórica en la cual alguien toma al oprimido de la mano y
lo conduce a su liberación. Quizá podamos pensar en los 120.000 esclavos
conducidos por los gélidos Alpes bajo el liderazgo de Espartaco, esperanzados
con llegar a Germania y alcanzar su libertad definitiva mientras combatían con
furor contra las legiones imperialistas romanas; o también podríamos escuchar
el grito cimarrón del Negro Miguel en los montes de Yaracuy, conduciendo hacia
su libertad a 180 negros e indios esclavizados en las minas de Buria. Así,
desde sus raíces léxicas, la palabra “emancipación” trasciende su subalterna
condición de significante y se libera a sí misma para convertirse en
significado sin más representación que su propia morfología.
Pero, ¿cómo
ha sido entendida la categoría emancipación? Para la Real Academia de la Lengua
Española significa acción o efecto de emancipar o emanciparse: Esta definición
alude al proceso y al resultado del acto emancipador, dado sobre otro a sobre
sí mismo. Esto lo señala el carácter transitivo del verbo infinitivo
“emancipar”, y la forma reflexiva “emanciparse”, entendiéndose como liberar a
alguien (emancipar) o a sí mismo (emanciparse) de un poder o dependencia. Vista
desde la esfera del derecho
contemporáneo, el término se usa específicamente en el sentido de atribución a
un menor de edad por parte de sus padres o tutores la totalidad, o la mayor
parte de los derechos y facultades civiles, que normalmente conlleva la mayoría de edad. Asimismo, algunas
legislaciones conceden la mayoría legal al menor de edad que contrae matrimonio. Esto tiene como antecedente histórico
a la institución romana de la venia
aetatis, que era concedida por el emperador a los varones mayores de veinte
años, por virtud de la cual esos menores de edad disfrutaban de una capacidad
semiplena, que les permitía disponer de sus bienes muebles; pero que no les
autorizaba para hacer una donación o enajenarlos, sino hasta que alcanzara la
mayoría de edad, que en Roma empezaba a los veinticinco años de edad.
Ahora bien, en este análisis nos interesa el significado de emancipación en su aspecto general; es decir, el proceso de búsqueda y consecución de la autonomía y liberación del hombre de toda clase de poder opresor. En este sentido, conviene acercarse al pensamiento de quienes en el transcurso de la historia han hecho de la emancipación un tema relevante. De este modo, hacemos acopio arbitrario de tres filósofos que consideramos capitales por el poder de influencia ejercido por sus obras. Partimos desde uno de los pensadores más conspicuo de la racionalidad clásica, Platón.
¿Qué decía Platón en la antigüedad?
Este filósofo esotérico nos ofrece una postura
metafísica que marcará una línea de razonamiento que llegará hasta nuestros
días. Considera a la emancipación como un proceso de superación de la
falsa realidad cotidiana y material que rodea al hombre y a la sociedad en su conjunto. A través del pensamiento racional el hombre
puede trascender al topus urano o mundo de las formas perfectas donde
las almas de los humanos existen antes de encarnar en el ilusorio mundo
material. Emanciparse es adquirir el logos o conocimiento verdadero.
Platón propone dos mundos: el material, que resulta ser un espejismo donde el hombre vive
condenado, encadenado, prisionero y oprimido por la falsedad, el engaño y la
ignorancia; y el mundo de las formas perfectas, más allá del plano físico, que
es el mundo verdadero donde viven las almas en comunión con el logos. Emanciparse
para Platón es decidir romper las cadenas y salir de la caverna en la que hemos
nacido y crecido y a la que creemos como la realidad incuestionable, siendo la
misma solo un reflejo ilusorio del mundo verdaderamente real. Se puede observar
en este filósofo un pensamiento transgresor del sentido común establecido.
Otro pensador que se rehúsa a aceptar el estado supuestamente normal de las cosas es Karl Marx, ubicado en la acera materialista, contrario al idealismo de Platón, Marx denuncia las cadenas que mantiene prisionera a la sociedad a través de la explotación de una clase sobre otra. La clase dominante, capitalista no solo oprime con las condiciones de trabajo injustas, la apropiación de la plusvalía, la propiedad privada y las relaciones de producción; para Marx existe además otra forma de dominación más eficiente que se desarrolla a través de la alienación de la conciencia del pueblo. La clase dominante establece su superestructura hegemónica y condiciona la forma de pensar, de actuar, de sentir, de desear de cada individuo bajo su régimen. Bajo la hegemonía capitalista la cultura y el trabajo enajenan al hombre de su esencia, lo cosifican y lo constituyen, así es presa permanente de los designios e intereses de la clase burguesa. En este estado de cosas, la emancipación no se consigue solo con pensar, es necesario despertar y entender cómo funciona el gran sistema creado por el capital. Una vanguardia entendida debe encender la llama de la revolución e iniciar la lucha de clases, una vez obtenido el triunfo se debe instaurar la nueva hegemonía a través de un Estado justo, común, sin clases sociales ni propiedad privada, y a partir de este estado de cosas el ser social modifica la conciencia del pueblo, sacándolo de la alienación. La emancipación se produce entonces por la vía de la revolución y la lucha de clases, mediada por el proceso de concienciación de los revolucionarios sobre su verdadera realidad. Con Marx la emancipación se mantiene en el plano del mundo físico y político.
Heiddegger habla del Dasein
Después de considerar el pensamiento clásico a través de Platón, y el moderno con Marx, veamos que postulaba uno de los filósofos más influyentes del siglo XX sobre el tema de la emancipación. Martin Heiddegger, seguidor de las ideas de Nietzsche, retoma la pregunta originaria de la filosofía, la pregunta por el ser. Heiddegger establece la diferencia ontológica entre el ser (que no se puede definir) y el ente (todo lo que se puede nombrar). En el ser humano, el único ente que se pregunta por el ser, se encuentra esta doble naturaleza, de modo que el hombre es el ser-ahí (Dasein); es decir, el ser dentro del ente humano ubicado en un determinado contexto temporal. El Dasein es “arrojado” al mundo. Viene a la existencia en un mundo que está fuera de su control, un mundo que contiene cosas que el Dasein no ha elegido. Todo lo que el hombre puede hacer ya está definido previamente por su entorno socio-histórico. Los seres humanos no tienen nada de singular. Nadie es un individuo autónomo, libre de elegir su propia manera de vivir, su vida es impersonal.
Ante esta
realidad encapsulada el hombre debe hacerse consciente de su finitud,
comprender que la inmortalidad metafísica es fábula y que su ser es un ser para
la muerte. En este acto de aceptación de la mortalidad el individuo repiensa y
redimensiona su existencia. La ansiedad por la certidumbre de la muerte
venidera sirve entonces de catalizador para decidir entre las dos formas de
vida: una vida inauténtica, controlada por el entorno cultural donde fuiste
arrojado, pero que te brinda el consuelo y el refugio de las verdades aceptadas
por todos, o en su lugar, direccionar la existencia hacia una forma de vida
auténtica, donde encaras a la muerte y te haces responsable de todos tus actos,
eliges por ti, hablas por ti, piensas por ti, vives para ti. Al asumir la vida
auténtica el individuo se transforma y otorga un cuidado especial a su mundo,
de este modo alcanza su emancipación.
En estos
tres pensadores encontramos el objeto común de denuncia de un estado de cosas
opresor del cual es necesario emanciparse; sin embargo, tanto el agente opresor
como la ruta de la emancipación es distinta en cada autor.
Platón se
acerca a la filosofía oriental con la creación de dos mundos diferentes: uno
material, que esclaviza, oprime y engaña al ser humano y lo mantiene encadenado
a una seudo-existencia inferior y finita; y el otro, el mundo espiritual, el
mundo del ser real y de los modelos perfectos, más allá de la condena del
tiempo y del espacio, es el mundo eterno y permanente en el cual los esclavos
alcanzan su libertad. El camino que marca Platón para la emancipación es el
pensamiento racional, solo aquellos que puedan despertar de la seudo-realidad a
través del conocimiento tendrán la oportunidad de alcanzar la eternidad. Aquí
encontramos signos muy claros de semejanza con la oferta religiosa.
Karl Marx
es el hombre de este mundo, quien no se contenta con pensar, sino que apuesta
por transformar el estado de cosas existentes. Para él no hay dos planos, solo
uno que debe ser revolucionado. En el mundo de Marx coexisten clases sociales
antagónicas que a lo largo de la historia han permanecido en lucha dando origen
al desarrollo de la humanidad. Explotadores y explotados se contradicen y se
complementan en constante pugna por la prevalencia de una sobre otra. Los
explotadores luchan por mantener el estado de cosas que los privilegia, los explotados
luchan por alcanzar su emancipación y transformar la realidad que los oprime.
La burguesía capitalista, el agente opresor señalado por Marx, es tangible,
material, existente; su fuerza y poder avasallador lo utiliza contra los
trabajadores o clase mayoritaria que produce los bienes materiales. El camino
de emancipación de esta clase vejada es la lucha armada, conducida por una
vanguardia con el conocimiento necesario para dirigir la revolución y
establecer los cambios del nuevo orden de las cosas. Este cambio debe conducir
a estadios superiores de la sociedad, caracterizado por la igualdad de clase y
valores más humanos.
A
diferencia de Marx, en Heiddegger encontramos un camino hacia la emancipación
marcado por la búsqueda individual y no colectiva. Heiddeger también denuncia
una realidad opresora, pero él no propone su transformación, tan solo propone
una salida para el individuo al aceptar su propia condición inauténtica e
impersonal. El individuo enfrenta su certidumbre de muerte y decide emanciparse
despojándose de los condicionamientos de la sociedad a la que pertenece,
entonces acuerda vivir dentro del mismo estado de cosas, solo que conducido por
su propia consciencia y no por la consciencia del colectivo. De este
pensamiento se nutrieron corrientes posteriores como el existencialismo de
Sartre, el deconstruccionismo de Derrida, y el desarrollo teórico de Foucault.
La educación como camino de emancipación
En el escenario estrictamente pedagógico, vamos a considerar a dos autores
contemporáneos capitales que anuncian otra vía para la emancipación, se trata
de Paolo Freire y Jacques Ranciere,
quienes apuestan por la educación como mecanismo de emancipación. Para Freire
existen dos tipos de educación: una, que él llamó “bancaria”, la
cual torna a las personas menos humanas, en virtud de que las
aliena, domina y a su vez contribuye con la opresión; y
otra, liberadora, que parte del hecho de la disposición
de los seres humanos de querer dejar de ser lo que han
venido siendo, con el propósito de ser más
conscientes, más libres y humanos. La primera
formulación ha sido elaborada e implementada por las clases sociales
dominantes; mientras que la educación liberadora debe ser
necesariamente desarrollada por todos aquellos que creen que la emancipación de
toda la humanidad no solo es posible, sino urgente y
necesaria. Pero es claro en la propuesta de Freire que los
oprimidos deben ser conscientes de su naturaleza ontológica como seres
inacabados que necesitan la educación para alcanzar su plenitud:
“Es en el ser inacabado, que se reconoce
así mismo como tal, que se fundamenta la educación como proceso permanente.
Mujeres y hombres se tornan educables en la medida en que se reconocen
inacabados. No es la educación lo que hace a las mujeres y los
hombres educables, es la conciencia que tienen
de ser seres inacabados lo que genera su educabilidad”
(Freire, 1997: 64).
Freire cree
en la comunidad, en la interacción de hombres y mujeres construyendo mediante
la dialogicidad el conocimiento que lleva a la emancipación. El diálogo es un
encuentro entre personas en el cual ninguna está privada de su palabra, ninguna
es manipulada, ninguna es objeto de otra.
En este contexto el educador nunca impondrá su
verdad, sino que propondrá lo que él estime como mejor en una
forma crítica. Vale decir, de tal modo que los
educados se sientan desafiados a criticar lo que se les ofrece
para superarlo (tornándose así en
educadores). En esta óptica la educación no admite
la transmisión, en sentido estricto. Una verdadera educación será creación
cultural de la cual ambos, educador-educando y
educando-educador, salen enriquecidos al
enriquecer el mundo.
Por su
parte Jacques Raciere ofrece un enfoque
distinto en la búsqueda de la emancipación a través de la
educación. Este autor plantea, desde una postura con claros rasgos
constructivistas y voluntaristas, que gracias a la capacidad innata del hombre para aprender, un individuo
bajo la decisión, y ejercicio de voluntad, puede aprender lo que se proponga
sin la intervención de una institución educativa, dado que la capacidad del
hombre para aprender le permite hacerlo sin intervención de un maestro, tal
como se aprende la lengua materna. La emancipación, a
través de la educación, para Ranciere se da cuando el
individuo es capaz de gestionar su propio proyecto de
formación, dejando de lado la estructura jerárquica del
aparato educativo, el cual reproduce la estructura del sistema,
ya que es en la escuela donde aprendemos la organización escalonada de la sociedad,
por ende en el uso de las facultades innatas bajo el designio de la voluntad,
encaminadas a aprender, emancipamos nuestras capacidades enquistadas por la
estructura rígida del sistema y así también asumiendo el papel de sujetos
actuaremos como verdaderos sujetos libres.
Tanto
Freire como Raciere consideran a la educación como el proceso idóneo para
desalojar las conciencias de los seres humanos de las cadenas alienantes de las
sociedades opresoras; sin embargo Raciere, a diferencia de Freire, asume una
postura individualista. Centra la responsabilidad de la educación en la
voluntad del estudiante, en este proceso el rol tradicional del maestro se
disipa y debe actuar solo como organizador u orientador de las actividades del
estudiante. Un docente que explique es un docente que atonta y cierra la
oportunidad a la inteligencia del estudiante de encontrar por sí misma la
comprensión del objeto de estudio. La emancipación del estudiante se produce
cuando su inteligencia solo obedece a sí misma, una inteligencia que se acerque
al mundo sin la mediación del sabio maestro que explique cómo es el mundo, un
maestro que solo enseñe el camino que hay que recorrer sin contaminarlo con su
propia sabiduría y este trabajo de guía lo realizará mejor cuando él mismo
también emancipado comprenda que enseñará mejor lo que ignora:
...se
puede enseñar lo que se ignora si se emancipa al
alumno, es decir, si se le obliga a usar su propia inteligencia. Maestro es el
que encierra a una inteligencia en el círculo
arbitrario de dónde solo saldrá cuando se haga necesario para ella misma. Para
emancipar a un ignorante, es necesario y suficiente con estar uno mismo
emancipado, es decir, con ser consciente del verdadero poder
del espíritu humano. El ignorante aprenderá solo lo que el maestro ignora
si el maestro cree que puede y si le obliga a actualizar su capacidad...
(Raciere, 2003:12)
Raciere transgrede toda la
práctica y teoría pedagógica basada en la relación docente-estudiante donde se produzca
transmisión, mediación o explicación de los conocimientos por el docente
(sabio) al estudiante (ignorante). Toda práctica educativa que responda a esta
condición apunta
en su esencia al sometimiento del educando debido a la lógica misma de la razón
pedagógica tradicional, tanto en sus fines como en sus medios, esto es, en la
noción supuestamente neutral de enseñar al ignorante aquello que no sabe, de
modo de suprimir la distancia entre el ignorante y el saber. El instrumento
esencial aquí es la explicación, como
práctica educativa de transmisión, lo que equivale a disponer de elementos del
saber que debe ser transmitido en conformidad con las capacidades supuestamente
limitadas de los sujetos que deben ser instruidos. El método de la explicación
constituye el principio mismo del sometimiento, por no decir del
embrutecimiento, cumpliendo una función solapada de regulación y de control.
Hasta aquí
hemos considerado las posturas sobre la categoría emancipación de cinco autores
que, por sus distancias temporales, los disponemos mejor en una clasificación
espacial, denominada occidente. Pero, qué ha pasado con la experiencia y el
anhelo emancipatorio en el otro lado del mundo. ¿Cuál es el pensamiento
emancipador preponderante en el oriente del planeta?
¿Cuál es el criterio de libertad en la filosofía oriental?
Existe un
debate en occidente en torno a la relación de la filosofía oriental con el
pensamiento religioso. Resulta difícil distinguir los límites entre filosofía y
religión en el pensamiento oriental. La razón filosófica, que es una forma de
entender el mundo, es una herramienta utilizada para alcanzar fines religiosos,
de aquí que se hable de filosofía religiosa para distinguir este sistema de pensamiento.
Sin entrar
a considerar cada uno de los sistemas de pensamiento del mundo oriental,
procuraremos establecer el común denominador de todas las escuelas filosóficas.
La filosofía en el oriente se denomina darśana, un vocablo sánscrito que
significa visión intuitiva e inmediata de la realidad. Darśana es más que una
mera búsqueda intelectual de la verdad. Por el contrario, es una actividad que
se origina a partir de experiencias concretas que demandan una explicación
sistemática y que tiende a comprender y alcanzar el summum bonum de la
vida. Está impulsada por un profundo impulso espiritual que lleva a buscar una
experiencia liberadora de los condicionamientos del tiempo y del espacio. La
filosofía oriental (con excepción de
la filosofía materialista chárvaka, de la India) no busca el conocimiento por
el conocimiento mismo, sino que aspira a un conocimiento profundo del Ser
supremo que traiga consigo la liberación de todo cautiverio; se trata de una
tarea, intelectual y ascética a la vez, que conduce a la visualización de la realidad
última.
Partiendo
de esta consideración es sencillo entender la noción central que tiene la
categoría emancipación en toda la filosofía oriental. La emancipación es el fin
último, pero a diferencia de occidente, en oriente se busca la liberación de la
cadena de reencarnaciones o transmigración del alma en el mundo físico que
limita al ser. El conocimiento revelado es quien guía en el recorrido que lleva
al encuentro interior con el ser real, el Uno-Todo, de donde todo tiene su
origen. Liberarse significa despertar del sueño de la vida física, mental y
emocional inferior. Solo es libre el alma despierta que se encuentra con la
esencia pura del espíritu. En este plano encontramos claras coincidencias con
el platonismo, y varias religiones occidentales, como el cristianismo, fundamentalmente.
¿Qué podemos entender por «emancipación»?
Llegado a
este punto podemos retomar la pregunta inicial: ¿qué es la liberación? ¿Qué
caminos hay para alcanzar la liberación? Resultaría ingenuo pensar que a partir
de este sintético análisis podamos dar la respuesta definitiva a esta
interrogante, cuando sabemos que durante toda la historia de la filosofía los
distintos sistemas de pensamiento han ofrecido respuestas que no terminan de
cerrarse (caso occidente), aunque la postura semi-religiosa de la filosofía
oriental asume dar soluciones definitivas al problema en cuestión.
No obstante,
a partir de la síntesis del pensamiento de los autores occidentales referidos
aquí y la visión general oriental, podemos identificar los elementos esenciales
de la categoría emancipación:
- Emancipación es un acto,
proceso o resultado de la búsqueda de la ruptura de un estado de sujeción.
- En todo proceso de
emancipación existe como mínimo un agente emancipador, y un agente
opresor.
- La emancipación puede tener
lugar tanto en el plano físico como en el espiritual. Del mismo modo la
opresión también se presenta en los dos planos.
- El proceso de emancipación
es relativo a la conciencia o identificación que se asuma acerca de los
agentes opresores.
- El proceso de emancipación
puede ser autónomo o heterónomo.
- Los procesos de
emancipación se concretan en las esferas jurídica, social, cultural,
política, económica, educativa, y espiritual.
Ahora estamos en condiciones de reconocer el carácter dialéctico como elemento
subyacente de la categoría emancipación. Esto tiene lugar en la existencia
permanente de la contradicción emancipación/opresión. Tanto en el plano
material como espiritual, no puede entenderse el proceso emancipador sin su
contraste y pugnacidad con los agentes opresores. De este modo, la lucha del
hombre por la emancipación se proyecta en un espiral de estados consecutivos y
superiores donde cada estado representa un nuevo nivel de pugna contra agentes
opresores superiores. En este proceso el hombre se hace consciente de que los
sistemas social, político, económico, cultural donde nace crece y se desarrolla
procuran someterlo, acondicionarlo, aclimatarlo y constituirlo. Aunque logre
romper determinadas cadenas y alcanzar determinada autonomía, la misma realidad
lo enrostra con nuevas y superiores cadenas opresoras definidas por su
condición biológica y finita. En este escenario se encuentra con el poder
opresor de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Pero, sin conformismos,
la pugna continúa y el hombre establece una nueva lucha emancipadora contra la
opresión de la muerte y la enfermedad, los caminos son ahora espirituales. Para
superar a la muerte, unos eligen hacer de su vida un ejemplo de grandeza,
gloria, y fama para que su nombre pase a la posteridad; otros, buscarán y
seguirán las promesas de la vida ultraterrena en los refugios de las religiones
y las filosofías esotéricas.
Por otro
lado, si tan solo nos remitimos al plano material, desde una perspectiva foucaultiana,
encontramos que la contradicción poder/subordinación no solo se presenta en el
orden establecido o institucional, sino
que en cada escenario de relaciones humanas el poder se filtra y se instala
creando a su vez una relación de subordinación. Poder/subordinación se entiende
entonces como opresión/emancipación circulando en toda relación humana
dicotómica: patrón/trabajador, padre/hijo, funcionario/ciudadano, presidente/pueblo, maestro/estudiante, chofer/pasajero, cura/feligrés, abusador/abusado, y en las
sociedades machistas, hombre/mujer. Se crea así una compleja red de opresiones
en cuyo centro se haya el individuo, o la sociedad en su conjunto, atrapado y
en potencial o activa pugnacidad.
¿Es posible alcanzar la emancipación?
En estas
circunstancias es justo cuestionarse sobre la posibilidad de la emancipación.
Desde esta perspectiva pudiera asumirse una postura nihilista ante la complicación
de caminos definitivos y absolutos que lleven a la liberación última. Sin
embargo, más allá de las consideraciones en el plano filosófico, el hombre en
su relación con el mundo debe establecer fines pragmáticos y concretos que le
permitan avanzar en sus propósitos y aspiraciones, de aquí que su aptitud ante
la necesidad de libertad no será de derrota o entrega a sentimientos
nihilistas. El hombre común que busca su autonomía no mirará ni pensará en la
cadena de opresiones que debe librar en los planos espiritual y material, por
el contrario, identificará, en el momento y circunstancia específica, su
condición de ente condicionado y oprimido, así como los agentes que lo sitúan
en esta situación, y se hará de los recursos necesarios para enfrentar dicho
estado. Solo después de un nuevo proceso conflictivo, que obligue al individuo
a reflexionar y hacerse consciente de la presencia de nuevos entes opresores en
un plano distinto, este iniciará un renovado proceso de emancipación, siendo la
consciencia el dispositivo que inicia todo el transcurso.
Así emerge
una cualidad fundamental del proceso de emancipación para los propósitos del
hombre oprimido, y es su carácter utópico e inalcanzable; pero una utopía vista
desde la perspectiva de Galeano, donde esta se traduce como la esperanza, la
tierra prometida que insufla la fuerza para la lucha y la larga marcha que al
final será lo que le dará sentido a la existencia de la humanidad.
BIBLIOGRAFÍA
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Rosental M.; Iudin P. (1981). Diccionario filosófico. La Habana: Editora
Política.
1 Comentarios
Verdad y liberad en Jesús de Nazaret.
ResponderBorrarSegún el profeta judío, el hombre vive en la ignorancia del mundo espiritual (equivalente, en cierto modo, al mundo de las ideas de Platón) en el que coexisten los espíritus del bien y del mal, liderados por Dios y el Diablo. Tal ignorancia acarrea que el hombre viva en el “pecado” y sea presa fácil de los demonios, es decir, cuando se vive según los instintos, los deseos y las ambiciones materiales, lo que, a su vez, conduce a la “perdición del alma”. La “Verdad que os hará libre” y permite la salvación, es reconocer al mundo espiritual, y el “reino de Dios”, (que Jesús da a conocer con sus sermones y parábolas) lo que implica vivir de acuerdo a la elevada moral y espiritualidad cristiana. Dicho de otro modo, el hombre en pecado es un esclavo y la emancipación y salvación es vivir una vida moral y la conciencia de vivir de acuerdo con las leyes del Padre Dios. Esta era la “verdad” que el alcalde romano Pilatos no iba a entender (cuando preguntó Que es la verdad) pero que siglos después si lo hizo el emperador romano Constantino. Lo demás es historia.