Ticker

6/recent/ticker-posts

POLVO DE ESTRELLAS. ¿ESO SOMOS… O HAY ALGO MÁS?

Polvo de estrellas


Mientras miraba una entrevista televisada escuché  decir a Neil deGrasse, parafraseando a Harlow Shapley y a Carl Sagan: “Sólo somos polvo de estrellas”. Entonces me vi en el oscuro universo primitivo de quark-gluones, suspendido en la penumbra del plasma pre-atómico, partícula de energía insignificante sin nombre, esperma del cosmos que por alguna misteriosa razón estaba destinado a algo. Materia y antimateria en una danza de vida y muerte, de ser y no ser, neutrinos y antineutrinos, electrones y positrones, neutrones y antineutrones, protones y antiprotones constituyéndose unos a otros.


Las estrellas y la formación de elementos químicos

 Por el designio de las cuatro fuerzas rectoras, nació el primogénito átomo de hidrógeno, simple, abundante y reinante. Solitario protón rodeado de un devoto electrón que desde su humilde condición fundarían el universo material. Supo el átomo de hidrógeno de su soledad y juntando a cuatro de sus núcleos trajo a la existencia a su hijo primero, el helio, y ambos condensándose en las nebulosas originaron a las grandiosas estrellas moldeadas por la gravitación, y así surgían las inmensas y calurosas fábricas del polvo que somos. Formidables reactores nucleares naturales fusionando cada nuevo elemento y transformándolo en otro distinto: litio, belirio, carbono, nitrógeno, oxígeno. Sólo era el principio del proceso sometido al régimen pausado del indiferente tiempo de miles de millones de años que vería nacer, crecer y morir estrellas que en su descomunal final proporcionaban la energía para la fusión de los elementos más pesados que fueron expulsados al universo.




  Nuevas estrellas seguirán naciendo, girando indeteniblemente, condensándose mientras que en la nube gaseosa y de polvo que danza a su alrededor los grumos de elementos pesados se juntarán por efecto de la gravedad formando a los planetas, que acompañarán sólo a las estrellas fértiles.


El nacimiento del planeta tierra

 Así nació nuestro planeta, Gaia, la Gran Madre, alrededor de Helio, nuestro Sol. La Tierra nacía privilegiada por los ajustes exactos para  ser la excepción; pero de niña sus condiciones eran inhóspitas, envuelta en un mar de fuego de roca fundida y rodeada de dióxido de carbono, nitrógeno, azufre y vapor de agua, impedía cualquier rastro de posible vida. Por su tremendura infantil era castigada y golpeada permanentemente por asteroides y meteoritos que traían consigo los elementos pesados que sólo pueden formarse en las estrellas. Justamente el hierro y el níquel descendieron al centro del globo formando su núcleo y este a su vez  el campo magnético que rodea y protege al planeta del viento solar.




La vida en la tierra

Durante miles de millones de años la Gran Madre continúa evolucionando hasta que las condiciones atmosféricas permitieron que la materia primitiva lograra formar las primeras estructuras químicas orgánicas. A partir de entonces Gaia alumbró la gran diversidad de vida, distinta en cada etapa del tiempo, salvaje y unida a la Tierra.

El Hombre, polvo de estrellas y materia pensante

Mucho después  llegó el hombre consciente, una mezcla de agua, grasa, músculo, huesos, cuyos elementos constituyentes son en un 99%: hidrógeno, carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio y fósforo. El  0,85% lo compone el potasio, azufre, sodio, cloro y magnesio. El resto son los oligoelementos: boro, cobalto, cobre, yodo, hierro, magnesio, molibdeno, selenio, silicio, estaño, vanadio y zinc. Elementos formados en las estrellas y en las supernovas, polvo estelar moldeado que durante miles de millones de años evolucionó hasta formar esa masa gelatinosa de agua y grasa llamada cerebro humano, materia en organización compleja y superior que ahora es capaz de percibir al mundo y pensarse a sí misma.



Hasta donde podemos conocer, el hombre es la única materia capaz de tener consciencia superior, pensamiento abstracto y complejo, sentimientos elevados, gustos estéticos, voluntad, discernimiento moral. Materia pensante capaz de manipular y transformar a la materia a voluntad y con propósitos.

El hombre despertó su consciencia en un planeta de 4500 millones de años, constituido por una materia mucho más antigua. Apenas unos pocos años describen la historia humana en la Tierra, es un recién llegado a un mundo antiguo. Para el hombre primitivo, la materia que lo rodeaba y constituía aún no era el concepto seco, inhumano y fríamente intelectual propio del hombre actual.

El hombre primitivo se percibía como parte de la naturaleza. La Tierra era su madre y los fenómenos naturales eran manifestaciones de entidades veneradas. El trueno era la voz del dios encolerizado, en los ríos habitaban los espíritus, el árbol era el principio vital. Para ese hombre, las piedras, las plantas, los animales hablaban y escuchaban su voz. Entre el humano y la naturaleza existía una fuerte conexión emocional, Gaia unía con lazos sensibles a todos sus frutos materiales, el Homo Sapiens incluido.



Pero la consciencia del hombre contemporáneo es distinta y “superior”. El espíritu primitivo se transformó en intelecto, en una inteligencia que se ha enseñoreado sobre la Madre Tierra y toda la hermana naturaleza. El hombre descubre, manipula, transforma y crea materia para edificar su mundo, mientras destruye a la naturaleza a su alrededor. Ha creado una dinámica ambivalente entre el bien y el mal, por un lado utiliza las propiedades de los elementos, isótopos, y moléculas para edificar y salvar vidas, y por otro lado utiliza la energía contenida en el núcleo de los elementos pesados para asesinar masivamente y sostener su hegemonía política-económica.




Aquel polvo de estrella que evolucionó hasta convertirse en cerebro humano, hoy se encuentra separado del resto del cosmos y perdido dentro de la arrogancia de su propia inteligencia, incapaz de comprender qué es y cómo es que logró el privilegio de desafiar a la entropía y desarrollar una consciencia apta para percibir al mundo y a sí mismo.

 A pesar de todo el desarrollo evolutivo del intelecto humano, la gran pregunta continúa sin respuesta. La mayor angustia existencial sigue siendo la necesidad de tener certeza si sólo somos polvo de estrellas, saber si todo lo que nos hace humanos: los sentimientos nobles y perversos, emociones, ideologías, gustos estéticos, voluntad, discernimiento, se puede explicar solamente como producto de interacciones neuronales o por alguna otra razón que escapa al entendimiento actual.


Las preguntas que no terminan de cerrarse

 ¿Es la vida sólo este instante fugaz de consciencia conseguida por una materia altamente organizada y compleja?

 ¿Es la muerte el no ser absoluto, el fin de la consciencia, la nada eterna?

 ¿Es la conciencia una propiedad de la materia evolucionada o una condición de toda la materia simple capaz de interactuar y organizarse en estructuras más complejas?

 ¿Ha avanzado lo suficiente el conocimiento científico para asegurar rotundamente que sólo somos polvo de estrellas, o apenas empezamos a transitar el camino hacia la verdad?

 Las preguntas seguirán abiertas y nosotros peregrinando entre las certezas, las creencias y los mitos mientras nos debatimos entre los dictámenes de la razón y las fuerzas instintivas de la emoción.


Publicar un comentario

3 Comentarios

  1. Actualmente la especie humana se ha separado del cosmos, se ha separado de la madre tierra que es su esencia, que es la fuente de energía cósmica y ha convertido en un ser destructor de sí mismo.

    ResponderBorrar
  2. Actualmente la especie humana se ha separado del cosmos, se ha separado de la madre tierra que es su esencia, que es la fuente de energía cósmica y ha convertido en un ser destructor de sí mismo.

    ResponderBorrar