Las preguntas humanas, las preguntas que nos
constituyen, esas preguntas que arrastramos durante el tránsito histórico de la
humanidad en este planeta incógnito, son preguntas que aún no se han cerrado.
En 45000 años nunca han encontrado respuestas concluyentes, siguen abiertas,
como portales insondables hacia la verdad elusiva.
¿Podrá el hombre alcanzar su verdad? La
historia del pensamiento humano generalmente sólo ofrece posturas, puntos de
vista sobre los cuales se debe fijar posición y finalmente asumir paradigmas, creencias
o “verdades” dogmáticas.
De este modo, la verdad humana queda
secuestrada, aislada y fragmentada dentro de cerrados sistemas de pensamientos,
cuyos mecenas se aterrorizan ante la posibilidad de ver tambalear los muros de
sus verdades alcanzadas. Tristemente, esta naturaleza reduccionista no sólo es
exclusiva de la religión, sino también de la filosofía y en algunas ocasiones se
aprecia en la ciencia, aún en medio del mundo contemporáneo, donde la explosión
de fuentes y medios de información dan la sensación del libre conocimiento,
pero en el fondo sólo se repiten una y otra vez las visiones reducidas de los
grandes dogmas religiosos y filosóficos, y a veces la ciencia también
asume posiciones incuestionables.
Mientras tanto las respuestas a las preguntas
capitales siguen ganando afectos detrás de las ciudadelas amuralladas, dentro de los paradigmas y demostrando la incapacidad de los adeptos para ensanchar
sus criterios y aproximarse siquiera a la posibilidad de la síntesis. Sin
embargo, en su enfrentamiento necesario van generando nuevos conocimientos,
permitiendo un avance indiscutible hacia la verdad buscada, pero el
condicionamiento del paradigma siempre limita o cercena las interpretaciones y
conclusiones.
¿Creación o evolución?
Lo que mejor ejemplifica esta realidad es la
pregunta sobre el origen de la vida y las respuestas enfrentadas de los
paradigmas creacionista y evolucionista.
El creacionismo radical
La tesis creacionista tiene como fundamento el
conocimiento revelado a hombres de las civilizaciones primitivas, recogido en
el libro del Génesis de la Biblia. Los cristianos protestantes representan la
corriente más radical de este paradigma. Se muestran literalistas sobre el
planteamiento del texto bíblico, negando la posibilidad del simbolismo en el
lenguaje utilizado en los textos. Los defensores de este paradigma no son sólo
religiosos sino notables científicos de las distintas áreas del saber. Utilizan
el método científico para darle fundamento a lo que ya está escrito en la
Biblia, ningún descubrimiento que niegue la literalidad del texto bíblico es
aceptado como verdadero.
Su tesis plantea la creación del universo, la
Tierra y el hombre en un período de 6 días. Según sus cálculos, el planeta
Tierra se formó hace aproximadamente entre 6000 y 10000 años, y la humanidad
tiene su génesis a partir de la creación del primer hombre, Adán y la primera
mujer, Eva.
Las distintas formas de vida tuvieron lugar en
un acto de creación inmediato que pobló todo el planeta. A esta tesis también
se le llama fijista en oposición al carácter procesual de la tesis evolutiva.
Lo que dicen los
evolucionistas
Por su lado, la teoría evolutiva de Darwin,
que plantea los cambios graduales que se van dando en organismos simples hasta
alcanzar formas más complejas a través de un proceso de selección natural, sin
la intervención de ninguna inteligencia superior, pasó de ser una teoría
restrictiva del campo biológico a convertirse en un paradigma que brinda
explicación a todo el proceso de formación de la materia, el universo, la
Tierra y la vida.
Hoy en día, el paradigma evolucionista
conforma el modelo sobre el que se sostiene todo el andamiaje del conocimiento
científico de la actualidad. La teoría cosmológica del Big Bang, el proceso de
formación de la Tierra, la evolución de las plantas, animales y seres humanos,
todo encuentra explicación en las leyes evolutivas de la materia, comprobado a
partir de observaciones, experimentos, acumulación de datos, pruebas
bioquímicas, fisicoquímicas, leyes físicas y complejos cálculos matemáticos;
pensar fuera de este paradigma se considera acientífico, metafísico y
mitológico. Han sido suficientes las pruebas y comprobaciones realizadas sobre
los principales postulados de la teoría evolutiva que certifican
científicamente muchas de sus verdades alcanzadas.
La macroevolución
cuestionada
Sin embargo, no pocos científicos han
cuestionado algunas conclusiones, observaciones y experimentos de este
paradigma, considerándolas falacias que pretenden explicar procesos complejos a
través de simples e inconcluyentes experimentos. Ejemplo de esto es la
afirmación de la existencia de la macroevolución o evolución de una especie a
otra distinta, solo con la observación o comprobación de los cambios a nivel
microevolutivo o cambios producidos en los organismos vivos, pero sin que esto
signifique un cambio de especie; es decir, el cambio de tamaño de los picos
presentados por los pinzones, a través de la selección natural, observados por
Darwin no los convertía en una nueva especie, seguían siendo pinzones, ahora de
picos más largos. Hasta la actualidad no se tiene ningún dato empírico ni
ninguna conclusión experimental que compruebe la evolución interespecie
asegurada y enseñada como verdad alcanzada por la teoría evolutiva.
La teoría de Oparín
Basado en el paradigma evolutivo, Alexander
Oparin, en 1924, elaboró una hipótesis explicativa del origen de la vida a
través de la transformación de la materia desde elementos simples inorgánicos a
complejas combinaciones orgánicas o moléculas primitivas a las que llamó
coacervados, los cuales serían la materia prima para la aparición de los
primeros organismos vivientes.
Oparin consideró, semejante a Darwin en su
momento, que en las condiciones atmosféricas de la tierra primitiva, hace
aproximadamente 3500 millones de años, elementos como el dióxido de carbono, el
hidrógeno, el nitrógeno, metano, amoníaco, y el vapor de agua reaccionaron a
causa de las altas temperaturas del planeta, la actuación de los rayos
ultravioletas y las descargas eléctricas en la atmósfera, dando origen a los
primeros aminoácidos. Después que las temperaturas de la tierra bajaron y
permitieron la condensación del vapor de agua, estos aminoácidos fueron
depositados por las lluvias en las rocas calientes. Oparin supuso que las
moléculas de aminoácidos, con el estímulo del calor, se podrían combinar
mediante enlaces peptídicos, y así surgirían moléculas mayores de sustancias
albuminoides, que serían entonces las primeras proteínas en existir.
Durante millones de años continuarían las
lluvias y se formarían los océanos, y hacia ellos serían arrastrados los
aminoácidos y proteínas que permanecían en las rocas. Disueltas en el agua, las
proteínas formaron coloides; la
interacción de los coloides llevó a la aparición de los coacervados. Un
coacervado es un agregado de moléculas mantenidas unidas por fuerza
electrostática. Estas originarían las formas de vida más rudimentarias y
primitivas.
El experimento
Miller-Urey
En 1953, el estudiante de la Universidad de
California Stanley Miller junto a su profesor Harold Urey diseñaron un
experimento para comprobar la hipótesis de Oparin. En el laboratorio, con
matraces conectados en circuito, reprodujeron una posible atmósfera primitiva
con agua, calor, electricidad, y gases metano, amoníaco, e hidrógeno, todo en
ausencia de oxígeno para evitar los procesos de oxidación. Al cabo de unos días
observaron que en una mezcla de alquitrán se formaron los aminoácidos glicina y
alanina, ácido glutámico y ácido aspártico, usados por las células como pilares
básicos para sintetizar proteínas. Era la primera vez que se comprobaba
experimentalmente la síntesis de aminoácidos a partir de elementos simples sin
la intervención de organismos vivientes.
Este experimento marcó un hito indiscutible
dentro de la tesis evolutiva; sin embargo, las deducciones realizadas a partir
del logro del experimento sobre el origen de la vida pueden ser cuestionadas de
apasionadas y apresuradas porque pretenden dar explicación a procesos sumamente
complejos a partir de resultados muy básicos y simples.
Crítica a las conclusiones de Miller-Urey
Después de presentar estos resultados se
generalizó la concepción de que el experimento Miller- Urey daba base científica
a la hipótesis de Oparin sobre el origen de la vida, asumiendo la formación de
proteínas en un proceso al azar de unión de cadenas de aminoácidos, en el
transcurso de miles de millones de años. Sin embargo, todavía hay muchos
científicos que no están convencidos de esto. El astrofísico británico Fred
Holey comparó la supuesta posibilidad de que la vida apareciera en la tierra
como resultado de reacciones químicas con la probabilidad “de que un tornado
pasando por un montón de chatarra crease un Boeing 747 con los materiales
encontrados allí”.
Los cálculos matemáticos de probabilidad
evidentemente contradicen la hipótesis de formación de proteínas a partir de la
combinación química al azar de aminoácidos.
La probabilidad de que los aminoácidos se combinen en la secuencia adecuada para formar una proteína simple es de 1 a 10126 (Barrow, J. and Tipler, F. Anthropic Cosmological Principle). Por escueta deducción pudiera asumirse que durante miles de millones de años es probable que esta combinación tuviera lugar; sin embargo, esta probabilidad ofrece una cifra tan astronómica que su concreción es igual a cero (0). Como ejemplo veamos el contraste con otras probabilidades:
- Se calcula que el número total de partículas de materia de todo el universo es igual a 1090 (ídem).
- Durante los 14 mil millones de años del universo han transcurrido 1016 segundos.
- Si en todo el tiempo transcurrido desde la formación del universo pudieran haberse realizado 10100 experimentos por segundo, el número total de experimentos para combinar los aminoácidos al azar sería de 10116, muy por debajo de la probabilidad de 10126.
- Finalmente, conseguir un grano específico de arena en todo el universo tiene una probabilidad de 1096.
De aquí que Hoyle y muchos otros científicos
consideran imposible la síntesis de proteínas al azar, y hasta la fecha en las
innumerables replicaciones del experimento Miller-Urey, realizado con otras
variables, sólo han conseguido formación de aminoácidos, glucosa y otras sustancias,
pero jamás proteínas.
Sin embargo, defensores del paradigma
evolucionista con extrañas poses apasionadas y poco científicas, no dan crédito
alguno a estas probabilidades y aseguran que el experimento Miller-Urey es la
prueba irrefutable del origen de la vida a partir de procesos químicos
azarosos, dejando clara las consecuencias de no distinguir entre ciencia
objetiva y pertenecer a una comunidad científica.
El azar v/s diseño
inteligente
De esta disputa surgen dos posiciones
encontradas; por un lado, el origen de la vida a partir de reacciones químicas
azarosas y espontáneas; y por otro lado, la
inferencia de que detrás de procesos tan complejos e inteligibles es
necesaria una inteligencia o conciencia superior que los diseñé y los controle.
Cada una de estas conclusiones se generan de
los estudios y observaciones realizadas, más ninguna de ellas se sostiene sobre
la posibilidad de comprobación empírica. Al final son deducciones plausibles
que combinan la fundamentación sobre el dato con el prejuicio cultural, los
anhelos personales y el ojo vigilante de su comunidad científica.
Azar o diseño inteligente, dos puertas
abiertas, que por mucho que se esfuercen por ocultarlo, hasta ahora sólo exigen
a los científicos un salto de fe y un juramento de fidelidad a su paradigma.
En actualidad el debate evolución - creación
avanzó hacia un enfrentamiento de base más científica entre evolucionismo y
diseño inteligente. A diferencia de los creacionistas literalistas de los
siglos XIX y XX, un importante número de científicos entre los que destacan el
bioquímico Michael Behe y el matemático, físico, filósofo y teólogo William
Dembski, defienden con importantes argumentos científicos su postura de un
diseño inteligente tras las formaciones complejas del universo y la vida.
Mientras que del lado evolucionista, el
biólogo Richard Dawkins y el químico Peter Atkins se han convertido en
aguerridos defensores del neodarwinismo, desechando cualquier argumento
contrario a la evolución y la selección natural.
A manera de conclusión
De este sempiterno debate podemos concluir que
la ciencia, en ocasiones, como cualquier otra actividad del hombre no escapa de
ser afectada por las pasiones humanas que se encuentran detrás de las murallas
de la pretendida asepsia, objetividad, rigurosidad y veracidad. Mientras tanto
seguiremos apostando porque la dialéctica científica continúe su marcha hacia
un estadio de menor compromiso paradigmático, donde los investigadores
desprendidos de sus ardores ideológicos se limiten a presentar las verdades
alcanzadas sin reduccionismos ni ocultamiento de informaciones contrastantes.
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