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EL PENSAMIENTO INCOMPRENDIDO DE MAQUIAVELO, Y LA SEPARACIÓN DE LA MORAL Y LA POLÍTICA


Nacido en 1469 como el tercer hijo y primer varón de una antigua y alguna vez prominente familia originaria de un pueblo a unas pocas millas al sur de Florencia, Nicolás Maquiavelo tuvo comienzos comparativamente modestos. La familia estaba lejos de ser rica.

Para ser justos con el pensamiento de Maquiavelo, es necesario enmarcarlo en la cultura del Renacimiento, la profunda revolución espiritual de esa época va a cambiar la concepción que tenía el hombre de sí mismo, lo cual es condensado en la frase del historiador Michelet: “el hombre se reencontró a sí mismo”. Durante la Edad Media, el hombre dirigió todos sus esfuerzos a la teología, a la búsqueda de Dios; en el Renacimiento, además de explotar esa preocupación por Dios y por las cosas del más allá, los científicos investigan la naturaleza humana y proclaman la primacía de lo que “es”, de lo que sucede, sobre lo espiritual, lo eterno. De esta manera se sustituye el estudio de lo sagrado por el estudio de lo real y lo humano, cómo principio de descubrimiento y como principio rector de las sociedades humanas.

Nicolás Maquiavelo asumió una posición contraria a Savonarola afirmando que confundir la moral y la política equivalía a “faltar de sentido político y provocar una confusión desastrosa entre la reforma de las almas, que solo se puede realizar por medios espirituales y la reforma de la sociedad, que debe emplear todos los medios materiales que son necesarios para su logro”.

 Maquiavelo, cuyas obras principales son “El Príncipe” (1532) y sus discursos, hace una verdadera reflexión sobre los problemas sociales, sobre el hombre y las instituciones sociales y políticas de su época; así, en “El Príncipe” se interroga sobre si las instituciones valen lo que los hombres que las dirigen, o si, por el contrario, los hombres son modelados en su acción política por las instituciones establecidas. En este último caso se pregunta también cuál sería, en la teoría y en la práctica, la mejor forma de gobierno y culmina con la célebre interrogación, revolucionaria para su época y que aún se plantea: “¿en el caso en el cual la excelencia práctica y la excelencia moral no coincidan, qué forma se ha de preferir?”.

La concepción de la Ciencia Política en Maquiavelo se basa en una profunda observación de las personas, tal como en la realidad son, y de los medios prácticos para asegurar la eficacia de las acciones. Al criticar la posición de Savonarola, expresa que la moral y la acción no hacen una buena mezcla porque en política el principio guía es transigir, transigir con el ideal, con las convicciones y con los hechos. “En política solo hay un criterio de lo excelente: la victoria, y si en otras circunstancias de la vida puede concebirse sublimes fracasos, en el juego político la sola excusa que uno puede exponer por haber emprendido algo, es el éxito”.

Es interesante conocer lo que Maquiavelo consideraba como móviles de la actividad política: “la ambición, el orgullo, la energía, la voluntad de poder, el deseo apasionado de realizarse y de llevar al más alto grado de eficacia y de grandeza la virtud que el hombre aloja en su corazón”.

La concepción de la mejor forma de gobierno, que para Maquiavelo era aquella que tenía éxito, es la de un ente con vida, que cambiaba continuamente al igual que la vida y la naturaleza humana.

El aporte metodológico de su obra es fundamental. Realismo, pragmatismo y espíritu científico son los criterios que predominan y que aconseja. El estudio cuidadoso de su obra y su época demuestra, contrariamente a lo que muchos han afirmado, que Maquiavelo no era un cínico sino un hombre alarmado y lleno de preocupación y angustia por las circunstancias que vivía.

 Es importante su contribución en el terreno de la psicología política, pero su principal aporte lo constituye el haber separado la moral de la política, lo cual determinará la obra de otros grandes pensadores como Montesquieu, en el siglo XVIII.

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