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EL ORIGEN DE LA VIDA. LOS SESGOS DISIMULADOS EN LAS CIENCIAS NATURALES.




Daniel Lanza

Las preguntas humanas, las preguntas que nos constituyen, esas preguntas que arrastramos durante el tránsito histórico de la humanidad en este planeta incógnito, son preguntas que aún no se han cerrado. En 45000 años nunca han encontrado respuestas concluyentes, siguen abiertas, como portales insondables hacia la verdad elusiva.

Surgen fuertes y tronantes voces ataviadas con un aparente manto de autoridad incuestionable. Pero detrás de sus respuestas dogmáticas  o racionales se ocultan siempre necesarias emociones humanas que contaminan sus fundamentos. ¿Podrá el hombre alcanzar su verdad? La historia del pensamiento humano sólo ofrece posturas, puntos de vista sobre los cuales se debe fijar posición y finalmente asumir creencias o “verdades”  dogmáticas.

El imperio del dogma y la verdad rebelde

La religión, la filosofía y la ciencia, cuando se encierran dentro de paradigmas incuestionables, al final del camino sólo te dicen: “ven, quédate aquí y termina creyendo por autoridad todo lo que yo te digo”. En algún momento de la historia, en el proceso de búsqueda de la verdad, la exquisitez del poder y también su patología se apropiaron de la voluntad de místicos, filósofos y muchos científicos, y entonces empezaron a surgir las religiones, las escuelas de pensamiento y los paradigmas científicos, y éstos se edificaron como ciudadelas amuralladas que protegen y defienden a toda costa sus epistemologías, conocimientos y creencias. De este modo, la verdad humana queda secuestrada, aislada y fragmentada dentro de cerrados sistemas de pensamientos, cuyos mecenas se aterrorizan ante la posibilidad de ver tambalear los muros de sus verdades alcanzadas. Tristemente, esta naturaleza reduccionista no es exclusiva de la religión, sino también de la filosofía y algunas veces de la ciencia, aún en medio del mundo contemporáneo, donde la explosión de fuentes y medios de información dan la sensación del libre conocimiento, pero en el fondo sólo se repite una y otra vez las visiones reducidas de los grandes dogmas religiosos, filosóficos y científicos.

Dada esta realidad parece imposible acercarse a la verdad humana y al buscador sólo le queda la resignación de aceptar y abrazar a algún sistema de pensamiento; pero al tomar de ese cáliz entregará para siempre la libertad de permitir a su pensamiento divagar entre los cuestionamientos profanos que buscan explicación a las dudas olvidadas por cada escuela de pensamiento. Entonces el buscador sacrifica la curiosidad de su intelecto y se abraza a la comodidad de la aceptación y el pertenecer. El pertenecer es cálido, es protector, es seguro y gregario y ofrece tranquilidad al espíritu.  Mientras que el cuestionar es solitario, perturbador, inquietante y peligroso. Si perteneces puedes cuestionar, siempre y cuando sólo sea a los rivales y contrarios, nunca el autocuestionamiento es aceptado. Autocuestionar tu propia escuela de pensamiento te convierte en traidor, infiel, un paria que al final será consumido por el silencio, porque ya no habrá oídos para tus palabras, ya que todas las masas pertenecen.

Pero el paria es terco, y mientras preparan la hoguera de su castigo, seguirá hablando, seguirá profanando las verdades constituidas, seguirá cuestionando y buscando respuestas fuera de las murallas. Entonces, poco a poco algunos le prestarán atención y la curiosidad seguirá creciendo de tal manera que el paria se convertirá en una amenaza y su sacrificio se catalizará.

Sócrates, Hipatia,  Jesús de Nazaret, Giordano Bruno son muestras de esos parias sacrificados, algunos de ellos olvidados por las masas y otros profanados después de muertos y convertidos en la antítesis de sus pensamientos, ahora institucionalizados y comercializados como en una forma perversa de darle nuevamente otra muerte.

Mientras tanto las respuestas a las preguntas capitales siguen ganando afectos detrás de las ciudadelas amuralladas, detrás de los paradigmas y demostrando la incapacidad de los adeptos para ensanchar sus criterios y aproximarse siquiera a la posibilidad de la síntesis. Sin embargo, en su enfrentamiento necesario van generando nuevos conocimientos, permitiendo un avance indiscutible hacia la verdad buscada, pero el condicionamiento del paradigma siempre limita o cercena las interpretaciones y conclusiones.


¿Creación o evolución?

Lo que mejor ejemplifica esta realidad es la pregunta sobre el origen de la vida y las respuestas enfrentadas de los paradigmas creacionista y evolucionista.


El creacionismo radical

La tesis creacionista tiene como fundamento el conocimiento revelado a hombres de las civilizaciones primitivas, recogido en el libro del Génesis de la Biblia. Los cristianos protestantes representan la corriente más radical de este paradigma. Se muestran literalistas sobre el planteamiento del texto bíblico, negando la posibilidad del simbolismo en el lenguaje utilizado en los textos. Los defensores de este paradigma no son sólo religiosos sino notables científicos de las distintas áreas del saber. Utilizan el método científico para darle fundamento a lo que ya está escrito en la Biblia, ningún descubrimiento que niegue la literalidad del texto bíblico es aceptado como verdadero.

Su tesis plantea la creación del universo, la Tierra y el hombre en un período de 6 días. Según sus cálculos, el planeta Tierra se formó hace aproximadamente entre 6000 y 10000 años, y la humanidad tiene su génesis a partir de la creación del primer hombre, Adán y la primera mujer, Eva.

Las distintas formas de vida tuvieron lugar en un acto de creación inmediato que pobló todo el planeta. A esta tesis también se le llama fijista en oposición al carácter procesual de la tesis evolutiva. 


 Lo que dicen los evolucionistas

Por su lado, la teoría evolutiva de Darwin, que plantea los cambios graduales que se van dando en organismos simples hasta alcanzar formas más complejas a través de un proceso de selección natural, sin la intervención de ninguna inteligencia superior, pasó de ser una teoría restrictiva del campo biológico a convertirse en un paradigma que brinda explicación a todo el proceso de formación de la materia, el universo, la Tierra y la vida.

Hoy en día, el paradigma evolucionista conforma el modelo sobre el que se sostiene todo el andamiaje del conocimiento científico de la actualidad. La teoría cosmológica del Big Bang, el proceso de formación de la Tierra, la evolución de las plantas, animales y seres humanos, todo encuentra explicación en las leyes evolutivas de la materia, comprobado a partir de observaciones, experimentos, acumulación de datos, pruebas bioquímicas, fisicoquímicas, leyes físicas y complejos cálculos matemáticos; pensar fuera de este paradigma se considera acientífico, metafísico y mitológico. Han sido suficientes las pruebas y comprobaciones realizadas sobre los principales postulados de la teoría evolutiva que certifican científicamente muchas de sus verdades alcanzadas.


 La macroevolución cuestionada

Sin embargo, no pocos científicos han cuestionado algunas conclusiones, observaciones y experimentos de este paradigma, considerándolas falacias que pretenden explicar procesos complejos a través de simples e inconcluyentes experimentos. Ejemplo de esto es la afirmación de la existencia de la macroevolución o evolución de una especie a otra distinta, solo con la observación o comprobación de los cambios a nivel microevolutivo o cambios producidos en los organismos vivos, pero sin que esto signifique un cambio de especie; es decir, el cambio de tamaño de los picos presentados por los pinzones, a través de la selección natural, observados por Darwin no los convertía en una nueva especie, seguían siendo pinzones, ahora de picos más largos. Hasta la actualidad no se tiene ningún dato empírico ni ninguna conclusión experimental que compruebe la evolución interespecie asegurada y enseñada como verdad alcanzada por la teoría evolutiva.


 La teoría de Oparín

Basado en el paradigma evolutivo, Alexander Oparin, en 1924, elaboró una hipótesis explicativa del origen de la vida a través de la transformación de la materia desde elementos simples inorgánicos a complejas combinaciones orgánicas o moléculas primitivas a las que llamó coacervados, los cuales serían la materia prima para la aparición de los primeros organismos vivientes.

Oparin consideró, semejante a Darwin en su momento, que en las condiciones atmosféricas de la tierra primitiva, hace aproximadamente 3500 millones de años, elementos como el dióxido de carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, metano, amoníaco, y el vapor de agua reaccionaron a causa de las altas temperaturas del planeta, la actuación de los rayos ultravioletas y las descargas eléctricas en la atmósfera, dando origen a los primeros aminoácidos. Después que las temperaturas de la tierra bajaron y permitieron la condensación del vapor de agua, estos aminoácidos fueron depositados por las lluvias en las rocas calientes. Oparin supuso que las moléculas de aminoácidos, con el estímulo del calor, se podrían combinar mediante enlaces peptídicos, y así surgirían moléculas mayores de sustancias albuminoides, que serían entonces las primeras proteínas en existir.

Durante millones de años continuarían las lluvias y se formarían los océanos, y hacia ellos serían arrastrados los aminoácidos y proteínas que permanecían en las rocas. Disueltas en el agua, las proteínas formaron coloides;  la interacción de los coloides llevó a la aparición de los coacervados. Un coacervado es un agregado de moléculas mantenidas unidas por fuerza electrostática. Estas originarían las formas de vida más rudimentarias y primitivas.


 El experimento Miller-Urey

En 1953, el estudiante de la Universidad de California Stanley Miller junto a su profesor Harold Urey diseñaron un experimento para comprobar la hipótesis de Oparin. En el laboratorio, con matraces conectados en circuito, reprodujeron una posible atmósfera primitiva con agua, calor, electricidad, y gases metano, amoníaco, e hidrógeno, todo en ausencia de oxígeno para evitar los procesos de oxidación. Al cabo de unos días observaron que en una mezcla de alquitrán se formaron los aminoácidos glicina y alanina, ácido glutámico y ácido aspártico, usados por las células como pilares básicos para sintetizar proteínas. Era la primera vez que se comprobaba experimentalmente la síntesis de aminoácidos a partir de elementos simples sin la intervención de organismos vivientes.

 


Este experimento marcó un hito indiscutible dentro de la tesis evolutiva; sin embargo, las deducciones realizadas a partir del logro del experimento sobre el origen de la vida pueden ser cuestionadas de apasionadas y apresuradas porque pretenden dar explicación a procesos sumamente complejos a partir de resultados muy básicos y simples.


Crítica a las conclusiones de Miller-Urey

Después de presentar estos resultados se generalizó la concepción de que el experimento Miller- Urey daba base científica a la hipótesis de Oparin sobre el origen de la vida, asumiendo la formación de proteínas en un proceso al azar de unión de cadenas de aminoácidos, en el transcurso de miles de millones de años. Sin embargo, todavía hay muchos científicos que no están convencidos de esto. El astrofísico británico Fred Holey comparó la supuesta posibilidad de que la vida apareciera en la tierra como resultado de reacciones químicas con la probabilidad “de que un tornado pasando por un montón de chatarra crearse un Boeing 747 con los materiales encontrados allí”.

Los cálculos  matemáticos de probabilidad evidentemente contradicen la hipótesis de formación de proteínas a partir de la combinación química al azar de aminoácidos.

La probabilidad de que los aminoácidos se combinen en la secuencia adecuada para formar una proteína simple es de 1 a 10164. Por escueta deducción pudiera asumirse que durante miles de millones de años es probable que esta combinación tuviera lugar; sin embargo, esta probabilidad ofrece una cifra tan astronómica que su concreción  es igual a cero (0). Como ejemplo veamos el contraste con otras probabilidades:

 

·         Se calcula que el número total de partículas de materia de todo el universo es igual a 1080.

 

·         Durante los 14 mil millones de años del universo han transcurrido 1016 segundos.

 

·         Si en todo el tiempo transcurrido desde la formación del universo pudieran haberse realizado 1043 experimentos por segundo, el número total de experimentos para combinar los aminoácidos al azar sería de 10139, muy por debajo de la probabilidad de 10164.

 

·         Finalmente, conseguir un grano específico de arena en todo el universo tiene una probabilidad de 1096.

De aquí que Hoyle y muchos otros científicos consideran imposible la síntesis de proteínas al azar, y hasta la fecha en las innumerables replicaciones del experimento Miller-Urey, realizado con otras variables, sólo han conseguido formación de aminoácidos, glucosa y otras sustancias, pero jamás proteínas.

Sin embargo, defensores del paradigma evolucionista con extrañas poses apasionadas y poco científicas, no dan crédito alguno a estas probabilidades y aseguran que el experimento Miller-Urey es la prueba irrefutable del origen de la vida a partir de procesos químicos azarosos, dejando clara las consecuencias de no distinguir entre ciencia objetiva y pertenecer a una comunidad científica.


 El azar v/s diseño inteligente

De esta disputa surgen dos posiciones encontradas; por un lado, el origen de la vida a partir de reacciones químicas azarosas y espontáneas; y por otro lado, la   inferencia de que detrás de procesos tan complejos e inteligibles es necesaria una inteligencia o conciencia superior que los diseñé y los controle.

Cada una de estas conclusiones se generan de los estudios y observaciones realizadas, más ninguna de ellas se sostiene sobre la posibilidad de comprobación empírica. Al final son deducciones plausibles que combinan la fundamentación sobre el dato con el prejuicio cultural, los anhelos personales y el ojo vigilante de su comunidad científica.

Azar o diseño inteligente, dos puertas abiertas, que por mucho que se esfuercen por ocultarlo, hasta ahora sólo exigen a los científicos un salto de fe y un juramento de fidelidad a su paradigma.

En actualidad el debate evolución - creación avanzó hacia un enfrentamiento de base más científica entre evolucionismo y diseño inteligente. A diferencia de los creacionistas literalistas de los siglos XIX y XX, un importante número de científicos entre los que destacan el bioquímico Michael Behe y el matemático, físico, filósofo y teólogo William Dembski, defienden con importantes argumentos científicos su postura de un diseño inteligente tras las formaciones complejas del universo y la vida.

Mientras que del lado evolucionista, el biólogo Richard Dawkins y el químico Peter Atkins se han convertido en aguerridos defensores del neodarwinismo, desechando cualquier argumento contrario a la evolución y la selección natural.


A manera de conclusión

De este sempiterno debate podemos concluir que la ciencia como cualquier otra actividad del hombre no escapa de ser afectada por las pasiones humanas que se encuentran detrás de las murallas de su pretendida asepsia, objetividad, rigurosidad y veracidad. Mientras tanto seguiremos apostando porque la dialéctica científica continúe su marcha hacia un estadio de menor compromiso paradigmático, donde los investigadores desprendidos de sus ardores ideológicos se limiten a presentar las verdades alcanzadas sin reduccionismos ni ocultamiento de informaciones contrastantes. 

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2 Comentarios

  1. Mi hermano esta bueno, pero que paso con las citas bibliográficas, las fuentes documentales. O todo esas teorías son de Usted,

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    1. Saludo, hermano. Este es un artículo de opinión sobre un tema científico suficientemente debatido, por esa razón prescindí de las citas para evitar el formato del artículo académico. De todos modos hago mención de los autores que trabajaron los temas, sobre todo Oparin, Miller y Hoyle.

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