El término oráculo indica tanto la sentencia
como el edificio y la forma en que, en la antigua Grecia, se practicaba la
adivinación (arte de predecir el futuro). El oráculo más famoso, verdadero
centro del primer helenismo y del mito, era el de Delfos. Aquí la pitia (una médium), desde las profundidades de una caverna, respondía las
preguntas de los peregrinos observando el movimiento del agua en un recipiente
(en Dodona se interpretaba el susurro de las frondas de una encina; en otros
lugares, el movimiento de los peces en una cuba o el apetito de las serpientes
sagradas). Es cierto que la pitia hablaba en estado de trance, pero no está muy
claro cómo se producía el éxtasis. Tal vez era debido a exhalaciones de un gas
de la gruta, tal vez al simple ayuno unido a la plegaria, o a la supresión del
sueño o a los ejercicios ascéticos efectuados bajo el control de los
sacerdotes.
¿Qué preguntaban los griegos al oráculo?
Conocemos las cuestiones que los griegos
planteaban al oráculo de Delfos, pues los postulantes las escribían en
tablillas de plomo que los sacerdotes conservaron con sumo cuidado en los
archivos del templo. Es impresionante el carácter humilde y ordinario de las
preguntas: “Heraclides ruega a Zeus que
le regale una fortuna y quisiera saber si tendrá un hijo de su mujer, Aigles”;
“Lisanio quisiera saber de Zeus si el hijo que la mujer Annulla está esperando
es suyo o no”, etc. Los habitantes de una pequeña ciudad enviaron una
delegación para saber si el préstamo pedido por una conciudadana sería una
buena inversión.
La ambigüedad del lenguaje
Cabe destacar el hecho de que no siempre se
tenía en cuenta la sugerencia que daba la pitia: antes de la invasión persa, se
preguntó al oráculo de Delfos, en nombre de todo el pueblo griego, qué se debía
hacer. El oráculo les aconsejo que no se defendieran; sin embargo, a pesar de
la turbación, los griegos lucharon, vencieron y olvidaron la sentencia sin, por
otra parte, perder la confianza en el oráculo.
La explicación de este comportamiento se
encuentra en la ambigüedad típica del lenguaje del oráculo: el dios que habla
mediante la pitia nunca se equivoca, no obstante, puesto que su voz llega a
través de un ser humano, no se excluye la posibilidad de errores. Además, el dios
habla siempre recurriendo al enigma. Dice la verdad, pero usa un lenguaje
abierto, susceptible de una multiplicidad de interpretaciones. Un ejemplo de
ello es el responso que recibió Creso, el rico soberano de Asia Menor: “Si cruzas un río destruirás un gran reino”.
Acontecimiento que realmente se verificó, pero el desastre de la profecía no se
refería al reino del poderoso enemigo, sino al suyo propio.
¿Qué pensaban los filósofos del oráculo?
Muchos filósofos griegos, quizá debido a la
admiración por estas sutilezas dialécticas, mantuvieron siempre un vínculo con
el oráculo de Delfos (única institución reconocida por todo el mundo griego),
aunque en sus doctrinas condenaron la mentalidad mítica, de la que el oráculo
era una institución fundamental. Incluso Sócrates, cuando era joven y andaba en
busca de un maestro, no consideró inconveniente plantear una cuestión al
oráculo y preguntó quién era el hombre más sabio de toda Grecia. Obtuvo está
respuesta: “Sócrates es el más sabio”, lo que le produjo un gran asombro.
Únicamente después entendió el verdadero sentido de la sentencia: la verdadera
sabiduría consiste en la conciencia de saber que no se sabe nada.
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