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EL ÁTOMO, CUATROCIENTOS AÑOS ANTES DE CRISTO

  


Dos mil cuatrocientos años antes de los modelos atómicos propuestos por Thomson, Rutherford, Bohr, o Heisenberg; los griegos pensaron en la partícula indivisible de la materia, a la que llamaron átomo. 

El intento de resolver las paradojas de Zenón,  que negaban la existencia del movimiento y del espacio, llevó a Demócrito a la idea de que existía un límite insuperable en la división del espacio y de la materia: el fraccionamiento progresivo llevaría a un átomo, literalmente, un elemento sin división, más allá del cual no se puede avanzar.

Puesto que no se puede romper ni posee partes, fracciones o divisiones entre el interior y la superficie, el átomo es indestructible y, por tanto, inmutable y homogéneo: no se ve afectado por ningún ciclo de transformación y del devenir,  y es eterno y no generado. A excepción de la multiplicidad, posee evidentemente las características del esfero, el Ser Único predicado por Parménides.

 Los átomos no tienen color, temperatura u otras propiedades sensibles; la naturaleza de las sustancias depende únicamente de su forma. Demócrito explicó las diferencias entre los cuatro elementos, tierra, aire, agua, fuego,  a partir de las características formales de los átomos que los componen. El fuego y todas las manifestaciones del calor son producidos por una configuración piramidal, inestable y volátil, de cierto tipo de corpúsculos; el aire, los gases y los vapores están constituidos por átomos hexagonales. Los que son más escurridizos y circulares forman el agua, mientras que los átomos cúbicos, mucho más estables, conforman la tierra.

A los cuatro elementos hay que añadir un quinto, el éter, la sustancia material que forma el mundo celeste, el pensamiento, la inteligencia, el pneuma. Según Demócrito, que siempre manifestó un gran interés por los problemas teológicos, religiosos, políticos y sociales, incluso los dioses están formados por estas singulares partículas muy sutiles, ligeras y móviles. De hecho, también el espíritu está constituido por átomos: se trata de una materia psíquica. Ésta es, de hecho, la primera afirmación filosófica del materialismo: todo lo que existe se puede explicar, sin ninguna excepción, mediante una combinación de las especies atómicas fundamentales.

La influencia de la escritura alfabética, cuya difusión culminó en la segunda mitad del siglo quinto, es evidente en el atomismo. De hecho, los átomos se combinan entre sí como las letras del alfabeto, asumiendo un significado particular en función de la posición que ocupan con respecto al conjunto. En definitiva, todos los entes naturales dependen:

             de la forma de los átomos que los componen, al igual que la letra A es diferente de la letra N;


             de su posición, pues el mismo átomo desempeña una función diferente si se coloca de forma horizontal o vertical, del mismo modo que la letra N posee un significado diferente de la Z;

 

             de su orden. La secuencia atómica AN es diferente de la secuencia NA, así como las palabras ROMA, RAMO, MORA, AMOR. De esta forma, la complejidad de la naturaleza puede explicarse recurriendo a un número limitado de átomos, de la misma forma que basta con las veintisiete letras del alfabeto para crear todas y cada una de las palabras.





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