La noción de contrato social ha sido uno de los más importantes paradigmas de la
teoría filosófica y jurídica occidental que ha ayudado a dar forma a nuestra
comprensión de la justicia y la estructura social.
Los ingleses del siglo XVII Thomas Hobbes y John
Locke, compartiendo algunos elementos de pensamiento, aunque difieren en muchos
más, destacan entre los defensores más
importantes de la teoría del contrato social. Sostenido a la luz del escrutinio
contemporáneo, el análisis de los textos de estos filósofos puede exponer fallas y debilidades
en sus argumentos. Sin embargo, más aún revela que los métodos sofisticados que
emplearon, el alcance y la estructura en sus observaciones de los complejos
principios universales, y la profundidad de su impacto en el pensamiento
moderno les atribuye innegable estatura, y demuestra el valor perdurable de sus obras.
Antecedentes
Hobbes y Locke no fueron los primeros en
utilizar el modelo de contrato social como herramienta para explicar los
cimientos de la sociedad humana; exponentes anteriores de la teoría se pueden
rastrear mucho más atrás en la historia. Podría decirse que los elementos del
contrato social han existido desde que
las teorías éticas se han defendido públicamente y se han registrado por
escrito.
Por ejemplo, en la antigua Grecia encontramos a
la República de Platón describiendo un amistoso debate comunitario sobre el
significado de justicia en el que Trasímaco y Glaucón introducen principios de
teoría del contrato social, y concepciones de la naturaleza humana, que han
sido elaborados por innumerables pensadores desde entonces, entre ellos Hobbes
y Locke.
También hay que reconocer que Hobbes y Locke
compartieron una base en los clásicos que fue igualmente influyente en la
formación de sus puntos de vista sobre la filosofía política y el
comportamiento humano.
Perspectivas diferentes entre Hobbes y Locke
Los vínculos entre la pareja, comienzan decaer cuando la médula de su trabajo se analiza más de cerca. La teoría del contrato social notablemente sombría de Hobbes, en su esencia refleja lo que él creía que era la brutal y nefasta realidad del comportamiento humano instintivo, era sin duda un producto de una cosmovisión que no podía pasar por alto la época turbulenta en la que vivió. Durante gran parte de su vida, el mundo de Hobbes estuvo signado por la agitación política y la guerra; la Guerra de los Treinta Años estaba tomando lugar en Europa, y una Guerra Civil transformó drásticamente las dimensiones políticas en Inglaterra. Estos prolongados períodos de tumulto dieron forma a una perspectiva pesimista de la naturaleza, e inculcó en Hobbes una fuerte convicción por una monarquía absoluta, creyendo que, en última instancia, la única forma capaz de gobernanza social era un soberano con poder irrestricto.
Por su lado, Locke alcanzó su madurez
intelectual en los años más asentados de la civilización inglesa. Se asoció
políticamente con los whigs, que presionaron por la limitación del poder
monárquico. Sintió que un soberano efectivo no requería un gobierno absoluto y,
más bien, presionó por más libertades individuales. De hecho, si aceptamos que
el objetivo de Hobbes era establecer las
condiciones necesarias para un soberano todopoderoso, encontramos a su vez que
el contrato social de Locke tenía un argumento totalmente antípoda.
La intención de Locke era justificar la
capacidad de los pueblos para resistir la monarquía absoluta a través de
derechos otorgados en forma mixta por el contrato.
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